jueves, 28 de febrero de 2008

EL PAIS HOMICIDA por James Neilson


La historia oficial dice que el doctor René Favaloro se suicidó a los 77 años disparándose un balas calibre 38 en el corazón, pero la gente sabe que no fue así, que el medico más famoso del país fue victima de ... ¿de que?

Aquí las opiniones divergen. Para al­gunos, el culpable es el Estado, y el Gobierno se ha sentido obligado a defenderse contra los tentados a acusarlo de asesinato al no saldar sus presuntas deudas con la Fundación Favaloro. Para otros, son los sindicatos que dicen, arruinaron el sistema nacional de salud. 0 tal vez haya sido la clase política. la sociedad, el país. Desde Paris, el cardiólogo Juan Carlos Chachques opinó que "la Argentina es un país antropófago. Se devora a sus mejores hi­jos". Muchos concuerdan: "Todos los argentinos somos responsables de la muerte de Favaloro", sentenció Mirtha Legrand, una referente moral tan infaltable como Ernesto Sábato y Mariano Grondo­na toda vez que "la gente" quiere creer que un acontecimiento entraña un mensaje acaso indescifrable pero con toda seguridad de impor­tancia fundamental.

El más sorprendido por la "conmoción" nacional que desató su muerte habría si­do el propio suicida. Según parece en las semanas que prece­dieron a su muerte se sentía "solo y aban­donado", abrumado por la incomprensión de los poderosos y consciente de que su Fundación podría ter­minar hundiéndose por falta de apoyo. Comparaba los ho­menajes que recibía de las mejores universidades del planeta con su módica lama mediática local. la cual suponía que todos sus dichos serian ampliamente difundidos pero que no cimblarían nada porque. como ya debería de haberle sido penosamente evidente, la Ar­gentina estaba en otra cosa De ser así -nunca se sabrá exactamente lo que pasaba por su mente aquella tarde del sábado en Palermo Chico- no es inconcebible que la muerte que eligió incida mas en la evolución del país que todo lo mucho que hi­zo en su vida.

Por cierto, es esto lo que esperan los muchos que ya lo han erigido en símbolo de la lucha contra todo cuanto les atribula de la Argentina actual: Is mezquindad corporativa de políticos y sindicalis­tas, la hipocresía, el facilismo, la corrupción ubi­cua. la mediocridad académica, el desplome cultu­ral que se ve reflejado tanto por el desprecio insti­tucionalizado por la investigación científica como par las ventas increíblemente exiguas de los libros. A su modo, Favaloro encarna, post mortem, cierta idea de la Argentina que agoniza, de un país en que no solo sean endiosados los futbolistas cuyas proezas dominicales dominan las primeras planas y docenas de paginas interiores de diarios supues­tamente serios, los cantantes populacheros y políticos o empresarios canallescos Puede que Fava­loro no fuera realmente el paladín de aquella Ar­gentina mítica que tantos creen pudo haber existido, pero el destino de los muertos depende exclu­sivamente de los sobrevivientes, muchos de los cuales se sienten angustiados.

En la Argentina actual, se cuentan par centena­res de miles los que viven a duras penas "hasta el fin de mes" en medio de la indiferencia generaliza­da que están convencidos que de haber nacido en "el primer mundo" serían prósperos y respetados. Muchos se equivocan en todas partes abundan los que creen que la vida les ha sido injusta. Pero algunos científicos, estudiosos, escritores, músi­cos. Cineastas, artistas plásticos, arquitectos, pro­fesionales liberales, empresarios- están en lo cierto. Mientras que en América del Norte. el Japón, Europa occidental y Australia la sociedad mantiene a una clase numerosa de personas de este tipo, las honra y les asegura un ingreso mas que ade­cuado y a cambio recibe todo cuanto hace a la civilización, incluyendo un aporte imprescindible al dinamismo económico, aquí la proporción así favo­recida es llamativamente más reducida y todos quienes la confor­man, tanto los "incluidos' coma los "excluidos" ya no pueden ocultar su frustración frente a la aparente incapa­cidad del país para levantar cabeza.

A todos estos el suicidio de Favaloro les brindó una oportunidad para dar rienda suelta a sus sentimientos. Le atri­buyeron un significado que quizá no mereció "objetiva­mente" pero, tal co­mo sucedió en 1981 cuando la muerte de Ricardo Balbín sirvió de pre­texto para una semana de auto-flagelación colectiva -"necrofilia", se diría después, que tuvo menos que ver con la trayectoria o la personalidad del político recién fallecido que con el despertar de aspiraciones democráticas largamente dormidas, es también posible que su reacción sea una serial de que algo importante esta ocurriendo en el subcons­ciente nacional. Luego de tantas decepciones, lo que queda de la clase media Ilustrada, por calificarla de algún modo, está comenzando a mostrar los dientes al establishment populista que consi­dera autor de buena parte de sus males.

Que esto haya sucedido justo cuando el Gobier­no del país esta en manos de personas como Fer­nando de la Rúa que sin duda comparten las mis­mas inquietudes no es casual. De haberse matado Favaloro un año antes, los más estarían achacan­do su decisión a la crasa vulgaridad menemista, pero ya entienden que serla insensato atribuir la condición del país al accionar de una cofradía de­terminada. Saben que el problema tiene raíces mas profundas y sienten temor. Comprenden que el "malhumor" y "desaliento" que se han propaga­do a pocos meses de arrancar la gestión de De la Rúa no se deben tanto a las malas noticias económicas cuanto a la conciencia de que no solo es cuestión de la perversidad de un presidente o fac­ción política fácilmente identificable sino del mal funcionamiento del país en su conjunto, pero se resisten a aceptar que ellos mismos podrían ser una parte del problema. "Todos somos responsables" es a menudo una forma cortés de decir que otros lo son.

AI declarar al cardiocirujano mártir de la ciencia. Un héroe del saber sacrificado por "el país" o por "todos los argentinos", quienes piensan así están enviando una advertencia a los dirigentes políticos más encumbrados. Palabra más, palabra menos, les están diciendo que a menos que logren crear las condiciones para que personas como Favaloro puedan vivir sin frustraciones denigrantes la diáspora intelectual que ya se ha reanudado, cobrará dimensiones cada vez mayores hasta que la Argentina quede sin los únicos que podrían asegurarle un porvenir mas esperanzador. Y se preguntan: si un hombre mundialmente renombrado no pudo con el sistema, con aquella "maquina de impedir" que se encarga de triturar tantos proyectos grandes o pequeños, ¿qué posibilidad tendrían aquellos que por ahora solo cuentan con su Juventud, su talento y su ambición?

Fue durante el "proceso" que los argentinos relativamente bien instruidos de la clase media sitiada se acostumbraron a tomar la emigración por una opción más. Restauradas la democracia y las esperanzas muchos volvieron si bien nunca se frenó totalmente la sangría. Pues bien: Últimamente se ha renovado y parece más que probable que pronto adquiera proporciones alarmantes porque tanto los Estados Unidos como los miembros de la Unión Europea, sobre todo Italia y España, necesitan inmigrantes que sean lo bastante preparados como para cumplir las tareas, algunas sencillas, otras sofisticadas, propias de la "nueva economía" digital.

Felizmente para amebas argentinos -pero desastrosamente para la Argentina como país-, aquí se encuentra una reserva envidiable de materia humana que podría integrarse sin dificultad alguna, salvo la supuesta por la nostalgia, al "primer mundo", y sorprendería que dentro de poco no se entablara una competencia Internacional muy vigorosa por aprovecharla. Vivimos en una época en la que la inteligencia y la creatividad valen infinitamente mas que los recursos naturales, pero a diferencia de Ostos pueden irse a otra par- te por voluntad propia en busca de lo que precisan para realizarse. De haber previsto Favaloro en 1971 lo que ocurriría en el país en los treinta años siguientes, ¿hubiera regresado? Puede que si, pero en este momento pocos lo creerían. Con razón o sin ella, los más dan par descontado que al medico "lo mató el país" y sospechan que si bien su destino personal no será tan dramático, resultara mucho más triste y más estéril de lo que creen merecer y lo que es peor, que no hay nada, absolutamente nada, que puedan hacer para modificarlo.

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