sábado, 8 de diciembre de 2007

A partir de 1991

Contemporáneamente al nacimiento del Mercosur surgían posibilidades interesantes para la economía mendocina. Con el plan económico 1991, la apertura de la economía, las privatizaciones y la ley de convertibilidad introducen reglas nuevas y, a su vez ubican a los mendocinos – como a los argentinos en general- frente a escenarios distintos, emergentes de dos factores desconocidos: la estabilidad monetaria y la globalización.

La estabilidad económica que dejaba de lado la inflación como factor correctivo, y una economía abierta en la que el productor competía directamente con el mundo, produjeron un impacto cultural de consecuencias sorprendentes en todos los ámbitos.

Por otra parte, Mendoza aquilata una vasta y rica historia gestada con autonomía dada su ubicación geográfica. Los 1000 km. que la separan de Buenos Aires y el obstáculo de la Cordillera, obligaron a desarrollar una cultura con muchos rasgos particulares, pero sobre todo distinta de las manifestaciones que imperaban en la mayor parte del territorio nacional.

En los veinte años anteriores el intercambio con Chile si intensificó por sobre el de la zona atlántica. Basta considerar que más del 60% de los mendocinos veraneaban en las playas chilenas, para visualizar esta especial integración.

La potenciación del Mercosur y el comienzo efectivo de los intercambios habían puesto a Mendoza en una situación de privilegio: ser el nudo natural de conexión entre los dos océanos y puerta de salida y acceso para los mercados de Asia- Pacífico. El interés que la integración planteaba motivó la llegada de capitales chilenos que invirtieron en el comercio internacional de frutas y vinos, energía y servicios financieros.

La competitividad creciente sumada a la radicación de empresas, generó demandas en los niveles de calificación de profesionales, técnicos y empleados en general. Frente a este panorama, la respuesta de las universidades no operaba con misma velocidad que lo hacían las empresas. La falta de actualización docente y los sistemas educativos tradicionales, comenzaron a quedar al descubierto pues nos se correspondían con la necesidad de actualización ni mucho menos habían incorporado el concepto de capacitación continua. La demanda educacional sintetizaba, entonces definitivamente, requisitos de especialización, calidad, adaptación a cambios rápidos, explicitación real de la idea de educación permanente y servicios universitarios de avanzada.

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