Fuerte reacción de la Iglesia por el avance del juego en el país
El obispo Casaretto criticó los intentos de poner más casas de juego y tragamonedas en varias provincias. Y les apunta a futuros emprendimientos en el norte del Gran Buenos Aires. Lo respalda el cardenal Bergoglio.
Las siempre sensibles relaciones entre el Gobierno y la Iglesia se encaminan a sumar un nuevo punto de fricción. El incipiente conflicto viene por el lado del juego, un asunto que el clero siempre criticó por considerarlo un vicio ruinoso, pero que -al compás de los nuevos tiempos- debió terminar soportando. El problema es que la tolerancia de los obispos empieza a encontrar su límite por lo que consideran la enorme proliferación de las casas de juegos a caballo de una preocupante alianza con el poder político.
La inquietud de los miembros del Episcopado dejó de ser un comentario puertas para adentro. El presidente de la comisión de Pastoral Social, el obispo Jorge Casaretto -quien nunca mostró animosidad contra el kirchnerismo-, acaba de denunciar la situación: "El poder económico de los grandes empresarios del juego y sus alianzas con los poderes políticos son enormes. La compra de voluntades y de apoyos no reconoce límites", disparó.
El obispo fue más explícito: "Muchas veces, funcionarios honestos han tenido que soportar presiones desde diversos estratos del poder para votar leyes o autorizar concesiones que faciliten el enriquecimiento desmedido de unos pocos a costa de la degradación de muchos". Monseñor Casaretto viene sufriendo el problema en carne propia: dos bingos con tragamonedas intentan instalarse en San Isidro y Vicente López, dos municipios que están dentro de su diócesis.
La denuncia de Casaretto adquiere mayor voltaje político porque detrás del negocio de los tragamonedas está el empresario Cristobal López, cercano al ex presidente Néstor Kirchner. Aún está fresca una controvertida decisión que tomó Kirchner poco antes de dejar la Presidencia: el haberle prorrogando a López la concesión de las tragamonedas de Palermo hasta 2032, determinación que suscitó críticas en la oposición y el anuncio de una investigación parlamentaria que todavía está en ciernes.
Claro que el negocio del juego también tiene otros actores. Empresarios que manejan casas de juego en el interior del país; otros vinculados a sectores duhaldistas que desembarcaron en los bingos bonaerenses en los últimos años y capitales extranjeros, básicamente españoles, que participan de la explotación de casinos en la ciudad de Buenos Aires y en Rosario (ver El negocio...).
En rigor, la denuncia de Casaretto apuntaría además a los presuntos vínculos de empresarios del juego con sectores de la Gobernación bonaerense. Fuentes eclesiásticas recordaron a Clarín que el interventor del Instituto Provincial de Lotería y Casinos, Luis Peluso, contrató como asesor a Carlos Gallo, que sería hombre de confianza de López. De todas formas, Casaretto no cree que todo está perdido: "Algunos municipios de nuestra diócesis han podido resistir las presiones".
El cuadro de situación que se dibujó en un despacho eclesiástico fue el siguiente: "Como no pueden abrirse nuevos bingos en la Provincia, la idea es trasladar los de Zárate y Campana, con el agregado clave de los tragamonedas, a Vicente López y San Isidro". Se aseguró, incluso, que los nuevos emplazamientos no respetarían la distancia mínima que debe haber con el cercano casino de Tigre: 150 kilómetros.
Los sucesivos obispos de la diócesis sanisidrense siempre resistieron la instalación de casas de juego en su jurisdicción, aunque hay un bingo en el municipio de San Fernando y el mencionado Casino de Tigre, gerenciado por la empresa Boldt.
Las fuentes eclesiásticas dijeron que el presidente del Episcopado, cardenal Jorge Bergoglio -a quien el kirchnerismo ve como un enemigo-, acompaña la preocupación de Casaretto. Bergoglio, un jesuita que sabe perfectamente el valor de los gestos, recibió semanas atrás a los trabajadores despedidos del casino flotante de Puerto Madero.
No se descarta que la problemática del juego y sus presuntos lazos con el poder político sea analizada esta semana durante la primera reunión de la cúpula de la Iglesia. Más de uno seguirá con lupa ese cónclave.
Históricamente, el obispado de San Isidro -que abarca desde Tigre hasta Vicente López- resistió con éxito la instalación de salas de juego en su jurisdicción. Los dos obispos que tuvo la diócesis -Antonio Aguirre y Jorge Casaretto- lograron, incluso, que casi no hubiera hoteles alojamiento cerca de la Catedral. Casaretto refuta a quienes relativizan el impacto del juego, vinculándolo solo con la dimensión lúdica de la naturaleza humana. Considera, además, que "los bingos, difundidos en principio como inocentes salones de encuentro familiar, unidos al fabuloso negocio de los tragamonedas, se han ido convirtiendo en im portantes centros de juego y en ruina de una enorme cantidad de familias".
La primera señal
Todavía no hay ninguna investigación judicial. Ni siquiera un pedido formal de informes en el Congreso que haya hecho la oposición. Todo es subrepticio. Pero la Iglesia dio una primera señal de alerta sobre el avance del juego en muchas ciudades del país y le apuntó, en especial, al intento que un empresario con aliento kirchnerista -Cristobal López- quiere hacer para instalar más máquinas tragamonedas de las que ya existen en la zona norte del Gran Buenos Aires. Allí se avizora una disputa feroz que llevará años y que promete capítulos que serán cada vez un poco más visibles.
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